domingo, 8 de enero de 2012

25 de diciembre de 1679



Ayer fue un duro día, el mar pareció enfadarse con todos nosotros y no nos dio tregua en toda la jornada, sólo al final de la noche nos dio un respiro y los hombres pudieron cenar y brindar con ron para celebrar la Nochebuena. A pesar de su coraje y crueldad en los abordajes, la Navidad existe para ellos aunque sólo sea una excusa para emborracharse y olvidar la dura vida surcando océanos en busca de buenos botines. Smith, el cocinero, preparó una comida especial, un gran trozo de carne asada con patatas y verduras, demasiado exquisito para nuestros paladares, pero todos dimos buena cuenta de ella y de postre una especie de tarta rellena de crema. Este Smith es el mejor de los cocineros que he tenido a bordo de La Estrella Dorada, según él trabajó como cocinero en la corte, y cierto es que con cuatro cosas es capaz de hacer el mejor de los platos. Durante la travesía solemos alimentarnos de galletas, carne ahumada, así como pasas, higos o queso, si hay suerte y pescamos algo ese día comemos pescado. Ayer sacrificamos a uno de los animales que llevamos a bordo, las gallinas son demasiado valiosas, gracias a ellas contamos con huevos para todo el viaje así que los hombres estaban muy animados por el cambio de menú.




El Señor Potter se puso a tocar la armónica y todos bailaban al compás de la música, Brian el más joven marinero se puso un vestido de mujer con un enorme sombrero y se puso a imitar a las más finas de las damas que habíamos tenido el honor de robar en nuestro último asalto a un barco español. Todos aplaudían y reían viéndole imitar los delicados pasos femeninos. A mi me traían recuerdos de mi vida anterior a la que llevo ahora, capitán de la armada deshonrado y humillado injustamente por una falsa acusación de un rival que quiso arrebatarme el amor de una mujer, mi querida Anne, inventando una infamia que casi me hace morir ahorcado. Sólo gracias a la ayuda de mi fiel contramaestre, que junto a unos hombres que reclutó en bares de mala muerte cercanos al puerto, pude salvarme de una muerte segura, huir y embarcarme junto a ellos en un buque que cogimos en el puerto y al que llamamos La Estrella Dorada, nuestra estrella de la fortuna. A partir de ese día nuestras vidas quedarían unidas por un lazo invisible e indisoluble y nuestra bandera sería la de los piratas.

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