En este libro abandona la temática del anterior "Ser humano en los conflictos", en el que se centraba en el estudio de los conflictos, aunque en su quehacer diario sigue pendiente de uno que le ha traído durante años de cabeza, el conflicto vasco, y sobre el que sigue estudiando y analizando desde su centro de estudios por la paz en Aránzazu.
Pregunta: En el libro habla de cuatro aprendizajes básicos para vivir y convivir, ¿son válidos para todas las personas?
Jonan Fernández: Hay cuatro puntos comunes a todos los seres humanos que representan lo más específicamente humano, que son la limitación de la condición humana, el sentido del agradecimiento, la escucha de la conciencia y la dignidad humana. Los cuatro puntos presentados como aprendizaje a lo largo de una vida nos ofrecen material muy valioso para vivir, convivir y educar mejor.
Pregunta: ¿Y se reducen sólo a cuatro aprendizajes?
J.F.: La vida está llena de aprendizajes y he destacado esos cuatro porque me parece que juegan el papel de cimientos, es decir, que si una persona se centra en estos cuatro aprendizajes a partir de ahí desarrollará muchos otros. Así que no son los únicos pero sí los más básicos.
Pregunta: ¿Se deja alguna vez de aprender? ¿Tienen fin estos aprendizajes?
J.F.: No, es algo que se insiste en el libro, porque no son aprendizajes que se aprenden una vez para siempre, sino que son para estar siempre aprendiendo. Somos limitados desde que nacemos hasta que morimos, y a nuestro alrededor hay realidades que nos superan.
Pregunta: En su libro habla del sentido de la vida. ¿Cuál es?
J.F.: Es una búsqueda a lo largo de toda la vida, cada uno tiene que encontrar donde quiere fundamentar la vida. En este momento vivimos en un mundo en el que la búsqueda del sentido de la vida y la felicidad está totalmente centrada en los valores más materiales, consumistas e individualistas. Yo creo que el sentido de la vida está en los valores más inmateriales y espirituales, como la solidaridad, el amor, la amistad, algo que hoy en día está marginado. Por eso los aprendizajes que plantea el libro están orientados a reforzar la dimensión espiritual, no entendiendo espiritual como religioso, sino como una dimensión del ser humano.
Pregunta: ¿Consigue su libro hacer reflexionar sobre todos estos principios?
J.F.: El libro invita a una experiencia, no a una reflexión intelectual, aunque también lo hace. Pero principalmente invita a una experiencia, para ver si lo que se dice tiene sentido o no, no basta con hacer una reflexión teórica o intelectual. Lo que plantea el libro tiene que vivirse.
Pregunta: ¿Qué otros objetivos persigue el libro?
J.F.: Persigue compartir lo que yo he podido aprender en lo que tiene que ver con orientarse en el sentido de la vida, convivir mejor y educar mejor. El libro aporta sugerencias en esas tres direcciones.
Pregunta: Desde hace dos años es director de Baketi, un centro de estudios por la paz. Antes de que se construyese, afirmó que quería crear un centro "laico, aconfesional, autónomo y plural en el santuario de Aránzazu (Guipúzcoa), amparado por la comunidad franciscana". ¿Lo ha conseguido?
J.F.: Sí, es un centro que surgió por impulso de los monjes franciscanos de Aránzazu, pero que aunque haya sido impulsado por ellos, incluye la idea de ser un centro laico, abierto a creyentes y no creyentes y a todo tipo de sensibilidades e interconfesional.
Pregunta: ¿En qué sentido están trabajando en Baketi?
J.F.: Ofrecemos cursos para aprender a manejar conflictos. Hemos trabajado con escuelas, y con más de 6.000 niños entre 8 y 12 años en un trabajo de prevención del bullying y el racismo.Pregunta: Antes de comenzar con este centro, fundó con otras veinte personas Elkarri, ¿cuál era su labor?J.F.: Era un movimiento que trabajaba por la paz y el diálogo en el conflicto vasco. Estuve trece años al frente del movimiento, que nació en el año 1992 y se disolvió en el 2006.
Pregunta: ¿Por qué?
J.F.: Consideramos que había concluido una etapa, que era la de hacer presente en la sociedad la conciencia a favor del diálogo, de la no violencia, del acuerdo. En este sentido consideró cumplida su misión y se disolvió.
Pregunta: ¿Cuáles fueron las herramientas que utilizaron para lograr su objetivo?
J.F.: Mucho trabajo, acción a favor de la idea del diálogo con muchos ejemplos, con movilizaciones sociales, participación ciudadana y mucho diálogo con todas las fuerzas políticas.
Pregunta: Y ahora, ¿sería necesario retomar Elkarri?
J.F.: La sociedad está muy fortalecida en cuanto al diálogo, el problema es que en el mundo de la política no se logran los resultados que todos desearíamos, pero en lo que tiene que ver con la conciencia social, creo que la idea del diálogo es fuerte y consolidada. Tenemos una sociedad que vive cada vez de manera más moderna, civilizada y avanzada en ese sentido, y tiene que seguir tirando del carro y empujando a favor del diálogo.
Pregunta: ¿No se encuentra atascado el diálogo en el conflicto vasco?
J.F.: Hay una situación anacrónica, la sociedad está viviendo por delante de la situación del conflicto en su vida cotidiana, y la versión actual del conflicto es una especie de mezcla de violencia y crispación, se ha convertido en un anacronismo incompatible con la vida cotidiana de la gente, y este contrasentido es determinante. La versión del conflicto vasco como violencia y crispación está en su fase final, aunque hay que debatir que tipo de final se quiere para esta versión del conflicto vasco. Ahora hay que ver si será un final ordenado o desordenado. En Irlanda se ha articulado un final ordenado, y yo creo que lo mejor en un conflicto de estas características es que se articule un final ordenado.
Pregunta: ¿Cómo sería ese final ordenado?
J.F.: Un final en el que la desaparición de la violencia, y los acuerdos para articular la convivencia de manera normal y civilizada estuvieran basados en el diálogo.
Pregunta: ¿Tan importante es el diálogo?
J.F.: Dialogamos porque sabemos que nuestras perspectivas son siempre incompletas y somos limitados, es una manera de completar esa perspectiva limitada. Yo creo que el diálogo es fundamental para la sociedad, el ser humano y el futuro, y sin soluciones dialogadas lo que tenemos son arreglos probablemente parciales que suelen tener consecuencias no deseables.
Pregunta: También incluye el ingrediente de la ética en la solución de conflictos.
J.F.: Muchas veces creemos que para resolver los conflictos lo que hace falta es una buena metodología, y eso es verdad pero insuficiente, porque es importante un fundamento y una base ética.
Pregunta: ¿No es todo esto algo utópico?
J.F.: Puede que sea utópico, pero yo prefiero preguntarme primero qué es lo mejor para el futuro, la convivencia y la reconciliación. Y creo que sin duda lo mejor es ese final ordenado.
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