domingo, 23 de octubre de 2011

Finaliza el relato




“Érase una vez, en Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.

Aterrado, el criado volvió a casa del mercader.

-Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.

-Pero ¿por qué quieres huir?

-Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.

-Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?...”


La muerte le miró desafiante blandiendo su guadaña y le dijo:

- Mercader, nadie puede escapar de mi. Tu criado ha huido sin saber que en el camino es donde le espera su cruel destino.

El mercader salió en busca de su criado para avisarle. Las arenas del desierto se desplazaban con el fuerte viento que soplaba y que hacia casi imposible avanzar.

Después de varias horas cabalgando sin rumbo, el mercader encontró a su criado llorando, acurrucado junto a su caballo.

- Abdul, Abdul….soy yo, tu amo. La muerte te espera en el camino, vuelve conmigo.

- Ay, mi señor…al fin he comprendido que no se puede huir de la muerte, sus ojos me persiguen y debo acatar mi destino.

Justo en ese momento el viento se detuvo y una densa niebla los cubrió. Ante ellos apareció la Muerte rodeada de almas suplicantes que rogaban por su vida. Sus ojos penetrantes miraron al amo y al criado, levantando su huesuda mano se dirigió a ellos diciendo:

-Abdul, al fin has comprendido que nadie puede escapar de mí. Ya lo hiciste una vez, cuando entregaste tu alma para salvar a tu amo cuando era un niño y enfermó de muerte. Tú ofreciste tu alma a cambio de su vida, así pudo sobrevivir…pero como te he dicho nadie puede salvarse de su destino y el de tu amo esta sellado, por eso aquí estoy. No por ti, sino por él.

El amo, aferrando la mano de su criado, sólo puedo emitir un grito ahogado antes
de que el último aliento escapase de su cuerpo.



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